Economia y Politica

Cuando el río suena, droga lleva

Andrés Manuel López Obrador es amistoso con el narco régimen venezolano y su gente reconoce que el país está convulso.

ACCIONES Y RAZONES/Efraín Klériga

El martes ante el Consejo General de la ONU el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, le puso el cascabel al gato y el de Honduras, mostró un mapa flamígero.

“En los últimos meses hemos visto -solo en la mitad del año- cómo va Venezuela, de donde sale el 95 por ciento de las aeronaves que llegan a nuestro país o a los países vecinos, y desde donde se traslada la droga”, dijo Giammattei.

En un discurso para defenderse de señalamientos de narcotráfico, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, mostró un mapa donde la ruta de la droga va de Venezuela hasta Quintana Roo.

El hondureño aseguró que durante su gobierno han sido detenidos y extraditados 85 narcotraficantes del Cartel de los Cachiros, cifra que no es menor.

En tres años de gobierno de López, han sido detenidos 44 capos, menos que en Honduras, y extraditados 89 delincuentes, un tercio aprehendidos en el gobierno anterior.

Con Felipe Calderón fueron extraditados 594 presuntos narcos, y 395 con Enrique Peña, lo que en promedio anual es el doble de los extraditados por la Cuarta Transformación.

En 33 meses de gobierno el macuspano ha visitado tres veces la cabecera municipal de Badiraguato, que tiene cuatro mil pobladores, media docena de ellos, tristemente célebres.

También ha saludado públicamente dos veces a la mamá de Joaquín Guzmán Loera y liberó al hijo de éste, Ovidio Guzmán, con la excusa chilera de que iban a morir 200 personas.

La presencia en México del dictador Nicolás Maduro, por quien Estados Unidos ofrece 15 millones de dólares de recompensa, muestra que a la 4T no le molesta la conexión venezolana.

Sobre los venezolanos, Maduro, Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional; Vladimir Padrino, ministro de Defensa, y Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de Justicia, hay recompensas por considerarlos narcos.

A 33 meses de gobierno y sin resultados claros en seguridad pública, declaraciones como “abrazos no balazos” y “se portaron bien”, comienzan a pesar mucho.

Fuera de manipular los datos de seguridad pública la Cuarta Transformación no ha logrado avances reales en la reducción de la inseguridad en el país.

“No venimos a ganar una guerra, venimos a ganar la paz”, dijo Rosa Icela Rodríguez Velázquez, Secretaria de Seguridad durante su comparecencia en el Senado.

La funcionaria que hizo carrera política cuidando a los niños López Beltrán mientras su papá saboteaba pozos de Pemex, habló de los éxitos en seguridad pública.

Datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública muestran que pese a que la 4T ha tenido los 15 meses con menor movilidad en 100 años, el éxito es dogma de fe.

Promediados mensualmente los delitos y comparados con el último año de Peña, muestra un aumento de 0.77 por ciento en víctimas de delitos de alto impacto.

El promedio mensual de víctimas de homicidio dolosos bajó 0.81 por ciento, feminicidio aumentó 7.4 por ciento, y extorsión, y corrupción de menores, se dispararon 22 y 29 por ciento, respectivamente.

Rodríguez Velázquez dijo ante el Senado de la República, que “si no terminamos de pacificar (sic) a México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”.

Más les vale creerlo, porque según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2021, la inseguridad es el principal problema en el país.

Es difícil pacificar a un país donde el 30 por ciento del territorio está coptando por el grupos delincuenciales que incluso ponen gobiernos y manejan elecciones.

En marzo de 2019 el periodista mexicano Max Aub aseguró que al menos entre 2006 y 2015, Andrés López Obrador recibió dinero para sus campañas de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Ahora que se ha comprobado que su hermanos heredaron la chamba de René Bejarano y Carlos Imaz, parece lógico que también pasara la charola entre bolivarianos.

Según Aub, el presidente mexicano está comprometido “hasta los huesos” con el régimen bolivariano que azota a Venezuela y se sostiene con el narcotráfico.

Es claro que López Obrador no condena al régimen de Maduro, no se inquieta con el narcorredor del Pacifico, y cuando de dictadores se trata, la Doctrina Estada es letra muerta.

User007@mxpress.mx

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