Colaborador Invitado

Desde su inicio histórico el acero forma parte de la salud y la vida

Por Francisco Leal

Mientras la humanidad enfrenta una situación sin precedentes con la pandemia de coronavirus, diversas industrias se unen para garantizar el enfrentamiento del virus y la manutención de la vida en todo el planeta. Las compañías hospitalarias, de materiales quirúrgicos, de transporte, de alimentos, de agricultura, de telefonía, de Internet, de construcción y tantas otras son las bases para el funcionamiento cotidiano y no pueden detenerse. Pero para que sigan trabajando eficientemente por el bien común, dependen, en su gran mayoría, de otra importante industria: la del acero.

Con un papel fundamental en el desarrollo mundial y, en especial, de América Latina, el acero también es la respuesta que puede ayudar a disminuir el impacto de la recesión prevista para la región. Los economistas y analistas de inversión de todo el mundo están reduciendo drásticamente sus estimaciones para el crecimiento de Latinoamérica. La estimación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es una caída del Producto Interno Bruto (PIB) regional de 1,8% a 4 por ciento. Los números se revisan continuamente bajo la perspectiva de desaceleración del comercio, la caída del turismo y de los protocolos de contención que debilitan la actividad económica.

Históricamente, el acero es un material indispensable en muchos frentes por sus características deseables como resistencia, tenacidad y versatilidad. No es casualidad que su historia se mezcle con la de la humanidad. Las primeras aplicaciones del material empezaron a aparecer en el siglo XIII A.C, cuando en el Imperio Hitita, donde hoy se ubica Turquía, el fierro fue introducido en equipos militares en sustitución al bronce. Pero solamente alrededor del siglo XVII, el acero se dio a conocer de manera fuerte, con la llegada de las construcciones de altos hornos y con una gran cantidad de aplicaciones.

El advenimiento de la producción de acero comercial a fines del siglo XIX fue el resultado de la creación de Sir Henry Bessemer de una manera eficiente, para reducir industrialmente el contenido de carbón en el hierro fundido. Algunos años más tarde llegamos al gran boom de la producción mundial de acero, ya en siglo XX, en las décadas de 1950 y 1960, poco tiempo después de que esta industria se estableció en América Latina. En nuestra región hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) no existían acerías integradas, con excepción de México que en 1903 puso en marcha el primer horno alto de coque metalúrgico en Iberoamérica. En medio del crecimiento de la demanda el acero fue ganando cada vez más fuerza y espacio.

Desde entonces, es muy difícil imaginarnos la vida sin acero ya que está presente en todas partes: en las vías de ferrocarril, en las calles, en los automóviles, en las construcciones, en las conducciones de agua, en la maquinaria que genera y conduce la energía, en las herramientas de las fábricas, en los equipos para fabricación y almacenamiento de alimentos. El acero es el material metálico más utilizado y reciclado en la tierra. De alguna manera nuestras vidas están rodeadas y condicionadas por él. Y este material ha sido, desde hace mucho, la base para solucionar importantes cuestiones en la sociedad, como la infraestructura, los transportes y la salud.

Las proyecciones del Banco Internacional del Desarrollo (BID) establecen que para el año 2050, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades. Actualmente en Latinoamérica y Caribe, más del 75% de los habitantes ya residen en zonas urbanas. El reto es cómo erradicar los cordones de pobreza y el deterioro que esto genera ya que no permite una buena calidad de la vivienda en la región. El acero puede ser la salida para reducir este problema: la construcción se hace más rápida, más barata y resistente. No por menos, el material fue elegido para los hospitales de campaña durante la pandemia de COVID-19 el todo el mundo, como en China y en varios países de América Latina.  Porque debido a sus cualidades, su uso permite la construcción de infraestructuras hospitalarias en un tiempo récord, lo que posibilita la provisión de soluciones de emergencia en días en lugar de meses y años.

Además, el acero es indispensable en la recuperación, producción, distribución y almacenamiento de energía. También es necesario en la recolección, almacenamiento, purificación y distribución de agua, así como para cultivar, almacenar y entregar alimentos. El acero también se utiliza para satisfacer las necesidades de transporte, siendo esencial para infraestructuras de carreteras, puentes, puertos, estaciones y aeropuertos. Si un producto no está hecho de acero, lo más probable es que esté hecho con una máquina de acero. Las piezas de plástico del automóvil, los vidrios y la carcasa de los ordenadores se fabrican en moldes de acero.

Por toda su importancia, el acero logró superar muchos tiempos difíciles, como fue la profunda recesión de 2008, y está preparado para, una vez más enfrentar la compleja situación actual con la suma de la “coronacrisis“, de las guerras comerciales y de la baja del precio del petróleo.

El sector apuesta en un trabajo estructurado, que une todas las industrias y los gobiernos en busca de un resultado común. Frente a este gran desafío, tenemos que apoyarnos en las principales características del acero para seguir adelante: utilizar la fuerza de nuestras conexiones y la flexibilidad para adaptarnos a una nueva realidad. Con esto, aseguraremos, una vez más, la durabilidad de nuestra industria y la perennidad de tantas otras. Juntos reanudaremos los niveles saludables de actividad de todos para mover la economía de América Latina para el bienestar de nuestra sociedad. ••

 

Francisco Leal es director general de Alacero

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