Colaborador Invitado

Los energéticos y el peligro de deflación en la Eurozona.

Por Gabriela Siller

Los países productores de petróleo, o al menos la gran mayoría de ellos, siguen preocupados por la importante caída en el precio del energético en lo que va del año. El Brent ha retrocedido 44.81% y el WTI ha perdido 43%, ambos durante todo el 2015. ¿Qué consecuencias puede traer estos importantes retrocesos para la economía europea?

La inflación en la Eurozona se ubicó en 0.3% en su contraste anual durante noviembre, el cual es el incremento anual más bajo en el índice desde el 2009. Dada la importante situación de debilidad económica dentro de las 4 principales economías nacionales (Alemania, Francia, Italia y España), aunada a las tensiones geopolíticas con Rusia, la Eurozona se encuentra muy cerca del territorio de la deflación, es decir, una caída generalizada de precios, algo que mantiene la preocupación sobre las autoridades monetarias de la región. El BCE tiene un mandato de inflación menor pero cercana al 2%, el cual dista mucho de los datos de inflación actual.

Los energéticos, de acuerdo con cifras del propio BCE, aportan el 10% del total del Índice de Precios de Consumo Armonizado (HICP, por sus siglas en inglés), con lo cual los vuelve elementos destacables dentro del cálculo de la inflación. El gas liga 13 meses consecutivos con caídas anuales en su precio dentro de la eurozona, mientras que los combustibles líquidos tienen ya 15 meses seguidos con retrocesos anuales.

Un retroceso en el precio de los energéticos no sólo impacta negativamente en la inflación por sí mismo, sino que conlleva también efectos de segundo orden que podrían terminar por afectar las cadenas productivas y presionar a otros productos y servicios. El propio Mario Draghi, Presidente del BCE, advirtió que se deberán seguir de cerca las caídas en los energéticos, especialmente en el petróleo, ante los impactos de primer y segundo orden que podrían tener.

La reciente caída en el precio del petróleo y la contracción en el precio del gas terminarán por afectar las mediciones del HICP a la baja, elevando las posibilidades de que la Eurozona entre en una deflación. Aunque los consumidores en el corto plazo pudieran pensar que una caída en los precios terminaría por ser positiva, la realidad respaldada por la teoría señalan que una deflación modifica las decisiones de consumo al postergarlas al futuro, pues se anticipan menores precios después, al tiempo que las empresas, enfrentando una menor demanda actual, terminan por disminuir su producción y recortar empleo, lo que a su vez genera menores ingresos para las personas y reduce todavía más la demanda por productos, creando una espiral a la baja.

Se sabe, o por lo menos existe mucha evidencia empírica y teórica de cómo combatir la inflación, pero con la deflación en términos prácticos no hay consenso sobre qué hacer. Por ello, dado el  momento de contingencia actual dentro de la Eurozona, el BCE debe de tomar acción. Con la tasa de interés de referencia en un nivel mínimo histórico de 0.05% e incluso con una tasa de interés a las reservas negativa y el inicio de un programa de compra de ABS, la institución se queda cada vez más sin alternativas, elevando la necesidad de emplear algo semejante al QE estadounidense.

La caída en el precio del petróleo terminará en el mediano plazo únicamente por acentuar la necesidad de medidas no convencionales de política monetaria.

Sin embargo, la posibilidad de un QE se complica dado que la Eurozona no emite bonos de deuda de manera conjunta. Asimismo, debido que la elección en Grecia de un nuevo presidente en el parlamento podría desencadenar una elección general anticipada, puesto que los partidos en el actual gobierno (PASOK y Nueva Democracia) por sí solos no cuentan con los votos necesarios para escoger al presidente, sería mucho más difícil que el BCE opte por un QE ante la incertidumbre.

Syriza, partido de extrema izquierda y que podría ganar (en caso de llevarse a cabo) las elecciones generales según las últimas encuestas, aboga por un mayor gasto público, apertura de plazas gubernamentales para bajar el desempleo, elevar los salarios mínimos, entre otras medidas, contradiciendo así a Bruselas, la Troika y Alemania. Lo anterior, en un escenario donde Grecia sigue ampliamente endeudada, parece completamente inviable y motivaría nuevamente a las posibilidades de la salida del país de la Eurozona, pudiendo provocar una crisis de confianza en la región.

El BCE difícilmente tomaría la acción de un QE en el primer trimestre del año si se da el escenario mencionado de Grecia, sino que muy probablemente esperaría hasta analizar cómo suceden las cosas y, en caso de un nuevo gobierno nacional, cómo éste se comporta.

De cualquier manera, el tiempo apremia, pues la historia indica que es muy difícil salir de un periodo deflacionario. Solo hay que ver el ejemplo de Japón.

Gabriela Siller; PhD, Director de Análisis Económico Financiero de Banco Base.

gsiller@bancobase.com

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