¿Qué debe hacer el Presidente para recuperar la credibilidad?
Por L´acier.
Dicen los clásicos que la confianza cuesta mucho trabajo ganarla pero se pierde con gran facilidad, algo así le está pasando al Presidente, quien parece pasmado ante la ola de adversidades que de unas semanas para acá ha golpeado a su administración.
Violaciones a los derechos humanos, desaparición de estudiantes, escándalos de corrupción en su primer círculo, y lo que se acumule en los próximos días. Todo esto ha acabado con el aura que rodeaba al Presidente y a su equipo cercano, quienes cobijados bajo el manto de las reformas estructurales se creyeron los elogios que llovían sin cesar. Ellos, quienes se sentían bendecidos por una fuerza superior, convertidos por medios internacionales en los nuevos próceres de la patria, guiados por un pragmatismo y una inteligencia sin igual, finalmente habían llegado los salvadores de México.
Pero mayúscula la sorpresa que se llevaron cuando la cascada de adversidades se les dejó venir encima. Adversidades que no estaban contempladas en el plan de ruta trazado para gobernar y administrar, mismo que vale la pena decirlo, habían ejecutado casi a la perfección. Sin embargo, si bien tener un plan siempre es positivo, no deben descartarse tropiezos en el camino, para ello se debe estar preparado ya que no existe plan perfecto. Eso fue justo lo que le sucedió al equipo Presidencial, en cuanto falló el plan se quedaron sin respuesta, no sabiendo qué hacer ni cómo responder.
Lo más sorprendente de todo es que ante las dificultades no existe una gota de humildad, al contrario, es tal la arrogancia con la que se manejan que en lugar de aceptar lo que han hecho mal, los hombre cercanos al Presidente están convencidos que todo lo malo que está pasando en el país es parte de una especie de complot, orquestado por los grandes capitales que al verse afectados por las reformas buscan a como dé lugar tomar revancha.
Basta con leer las declaraciones recientes del Secretario de Marina y del Jefe de la Oficina de la Presidencia, donde ambos hacen referencia a poderes fácticos que buscan desestabilizar a las instituciones. Es decir, en ellos no existe la más mínima autocrítica, para ellos no existe la posibilidad de que quizás, ante el deterioro de las condiciones económicas y sociales que se está viviendo en el país a causa de su forma de actuar y administrar, ciertos grupos busquen aprovechar la coyuntura para “acentuar las contradicciones”.
No, en su mente dominada por la arrogancia no hay manera que ellos hayan hecho algo mal, al contrario, todo es culpa de otros, quienes buscan que le vaya mal al país, quienes se sienten ofendidos por sus grandes ideas reformistas, quienes están perdiendo enormes sumas de dinero por los grandes cambios emanados de sus mentes prodigiosas.
Lo peor de todo esto es que quienes así piensan tienen aislado al Presidente, son sus ojos y oídos, quienes le dicen que todo va bien, que únicamente es necesario hacer a un lado a ciertos enemigos poderosos para que el país retome el rumbo. Son los mismos que ya tienen a los servicios de inteligencia escarbando en la basura de dichos “enemigos”, buscando la menor evidencia que permita desacreditarlos. Olvidan que su poder dura mientras tengan el cargo, y que esos grandes capitales a los que buscan afectar seguirán ahí por muchos años más.
Quizás, en lugar de buscar revancha contra quienes ellos creen buscan desestabilizar su administración, debieran hacer un ejercicio de humildad y reconocer que para que el país salga adelante es necesario unir fuerzas, no importa lo que haya pasado antes o lo que ellos crean que haya pasado, lo importante es ver hacia adelante, reconocer que el país está en problemas y buscar aliados y soluciones.
Quizás el Presidente deba tomar unas vacaciones, alejarse de su círculo íntimo de colaboradores y darse cuenta de lo que realmente está sucediendo en el país. Apostarle a las vacaciones decembrinas como destructor natural de las protestas no parece ser la mejor opción, la gente está decepcionada, con ganas de protestar. Los grupos antisistémicos están de fiesta, el precio del petróleo por el piso, el del dólar por el cielo. La inseguridad cada vez es mayor y la economía de la gente peor.
Quizás haya llegado el momento de tomar decisiones. Si algo caracteriza al Presidente es su gran sentido del pragmatismo, es hora que lo vuelva a demostrar. No se puede gobernar con amigos ni por necedades, la gente quiere ver responsables, es hora de hacer cambios. Más allá de que sean responsables o no del mal paso de sus áreas, varios miembros del gabinete deben ser removidos.
No es momento de actuar por convicciones, es momento de actuar por necesidad. El país necesita despresurizarse, la gente debe recobrar la esperanza. El comienzo de un nuevo año puede aprovecharse para relanzar la administración, con nuevos bríos, nuevos propósitos y nuevas formas.
Tampoco estaría de más una disculpa del Presidente por todo lo que se haya hecho mal durante su gobierno, aunque él no sea el responsable directo, ni que el PRI dejara de atorar en el Congreso las leyes anticorrupción, ambas cosas, estoy seguro, serían agradecidas y gratamente recibidas por los mexicanos.