Artículos de InteresColaborador Invitado

El precio de la energía

FEDERICO MUCIÑO GARCÍA

Hace algunos días se hicieron públicos comentarios del Diputado Manuel Rodríguez González, presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, quien dijo haber sido informado por Manuel Bartlett, Director General de la CFE, sobre una reducción de 50 por ciento en los costos de las tarifas eléctricas, para finales 2022, en comparación a la situación actual.

Esto significaría que en un plazo de casi exactamente 2 años la Comisión Federal de Electricidad sería capaz de recortar a la mitad los costos de toda la cadena de suministro desde la generación de electricidad, transmisión, distribución y atención a los usuarios finales. Al comenzar a asimilar la magnitud de esa aseveración resulta inevitable preguntarse ¿es posible lograr una reducción de tal magnitud en tan poco tiempo? ¿qué tendría que suceder para lograr algo así?

Para comenzar a responder esas preguntas es necesario comprender cómo se componen los costos de la cadena de suministro para hacer llegar la energía eléctrica a los usuarios finales. En cada eslabón de la cadena los costos se pueden clasificar de manera general en costos de capital (CAPEX) y costos operativos (OPEX).

El CAPEX se puede entender como las inversiones que se tienen que hacer de tiempo en tiempo para la operación correcta y eficiente de toda la cadena, lo que en generación sería la construcción de nuevas centrales, en transmisión el despliegue de nuevas líneas y subestaciones, y así para cada eslabón.

Dado que estas inversiones se hacen a horizontes de no menos de 20 años y con tasas de interés acordadas desde un inicio, resulta imposible una reducción considerable en un plazo de dos años. El OPEX por otro lado engloba los costos de los combustibles, operación y mantenimiento, salarios del personal, etc.

Sin duda existen oportunidades de eficiencia en la reducción del OPEX de una empresa como CFE, sin embargo, la magnitud de esta posible reducción parece estar muy lejos de un objetivo tan ambicioso.

El gas natural, que se utiliza para generar la mayor parte de la electricidad en México, ha tenido en 2020 niveles históricamente bajos, los esfuerzos para reducir la carga laboral de la CFE han sido revertidos en cierta medida, y la correcta operación y mantenimiento difícilmente pudiera soportar fuertes recortes.

Lo anterior no significa que sea imposible el que eventualmente se reduzcan en cierta medida los costos de la energía eléctrica. Factores tales como las nuevas tecnologías, mayores eficiencias en tecnologías actuales, economías de escala y acceso a recursos naturales abundantes, son la vía para lograr una reducción en el costo de la energía.

Todos los factores mencionados tienen en común la necesidad de realizar fuertes inversiones de largo plazo, para lo que necesariamente se requieren planes estratégicos a 20, 30, 50 años.

Resulta a todas luces evidente que una visión sexenal con la que se quiere destruir todo lo hecho anteriormente para resolver todo en 6 años, es completamente incompatible con la realidad económica. Un plan estratégico de largo plazo debe estar sustentado en la realidad económica global e irse ajustando poco a poco a las cambiantes condiciones de esta.

Luego entonces, ¿cómo será posible sostener la aseveración del recorte a la mitad en los costos de electricidad? La respuesta, a mi juicio, es bastante sencilla: subsidio cruzado.

En términos sencillos esto significa que para que alguien pague de menos alguien tiene que pagar de más, aunque en el global los números no se alteran. Según datos del CENACE de 2019, en México existen 38.5 millones de usuarios residenciales de energía eléctrica, es decir 38.5 millones de familias que reciben periódicamente su factura de CFE. Estos usuarios residenciales consumen el 23.7 por ciento de la electricidad del País.

Por otro lado, las grandes y medianas empresas en conjunto representan un total de menos de 400 mil usuarios (una centésima parte del número de usuarios residenciales), pero en su conjunto consumen el 64.2 por ciento de la electricidad en México (casi el triple que el consumo de todas las casas). Resulta entonces que, si se les incrementa el precio a las empresas, habría 400 mil dueños de empresas muy enojados, pero con ello se pudiera incrementar el ya existente subsidio a las casas, con el que habría 38.5 millones de familias muy contentas.

Es obvio que la economía de las familias en el largo plazo depende en mayor medida de la generación de empleos (especialmente por parte de las pequeñas y medianas empresas) que de una reducción en su recibo de CFE, sin embargo la idea es que el plazo de bienestar percibido sea suficiente para las elecciones en turno.

El precio de la energía, en lo relativo a las tarifas eléctricas, no se fija sino que se calcula. Cuando se fijan tarifas sin consideración de las variables económicas que determinan los costos de la cadena de suministro, indudablemente resulta en desbalances que tarde o temprano alguien absorbe.

Un subsidio cruzado en las tarifas eléctricas en México parece ser la única explicación que encaja con la retórica y la ideología de la Administración Federal, no obstante, ello representaría una catástrofe económica para el País. El mecanismo natural que nos brinda la economía para lidiar con los subsidios cruzados es la competencia, con la que se fuerza a todos los participantes a tender hacia la eficiencia en contraposición a la perezosa comodidad monopólica.

* EL AUTOR ES SOCIO DIRECTOR DE EPSCON, FIRMA CONSULTORA ESPECIALIZADA EN APROVISIONAMIENTO DE ENERGÍA.

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